Se acerca con esa mirada, la conoces
con ese papelito, ya lo sabes,
no es que quiera, tiene que hacerlo.
Alguien le mandó a traer la cuenta.
Y cuando el papelito es largo
y cuando el papelito llega
Pareciera que nunca
terminarás de pagar.
Cicatrices.
Las acumulas y las tapas.
Las creas o te las hacen,
te caes y haces
que no te duele y pones
un nuevo parche
para un nuevo andar.
Entonces venga otro trago
y que siga la fiesta.
Yo pago, yo los invito,
yo no lloro, ni sangro
ni siento, ni resiento
ni recuerdo, ni sufro.
Mis cicatrices sanan
Si beben conmigo.
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No se vayan…
Yo puedo pagar.
O creo que puedo,
hasta que me doy cuenta
de que son demasiadas.
Encuentro una
y aparecen diez.
Encuentro diez
y me encuentro a mí misma
en una gran mesa vacía
en la que sólo quedas tú.
y creo que nunca saldré
de este lugar
y creo que esta cuenta
se hace más larga con cada
respiro
con cada
segundo
en el que miro dentro de mí
para sólo encontrar heridas.
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(no os preocupeis, queridos lectores imaginarios,
por la integridad psíquica del autor.
la parte II, de líneas más felices y significados más íntimos,
no tocará por ahora la luz pública, pero de que existe, existe.
ningún corazón de pseudo-poeta fue destrozado
en la construcción de este poema).
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