domingo, 24 de mayo de 2009

my dear old burden



Que concepto tan dañino es el apego

Y, sin embargo, tan sentidamente humano.

Sentidamente, vivo y avanzo

y cada paso es una nueva atadura.



Me gustaría internalizar el cliché:

“Si lo amas, déjalo ir…”

Me gustaria decir que, como los felices,

Puedo vivir y respirar el presente.



Y sin embargo, sin apego siento

Que pierde su escencia

Mi corazón coleccionista.



Y llego a pensar que prefiero

Que me aplaste el peso

de los besos y las sonrisas

Las palabras y las caminatas

Las promesas y los amaneceres,

Antes que tirar al fuego

La novela de mi vida.




martes, 12 de mayo de 2009

viva la vida

siendo ya la vida
vibrante, encantadora
fogosa y terriblemente
insoportable e irresistible
como es,
como decido vivirla,

siendo ya la vida
todo

quiza, no importe
que yo me pare a gritar
una redundancia tal:
viva la vida.

quiza no importe.

o quiza,
se esté llenando el mundo
de aburridos moribundos,
y la vida me sonría,
agradecida de oír
mi redundante canción.

domingo, 3 de mayo de 2009

Lo obvio.

Estas palabras (odiosamente simples) fueron escritas en otra ocasión, en otro state of mind, el "muso" hace rato tomó su propio camino, pero la lección (por simple que sea), no deja de aplicarse a un día como hoy.

Es odiosamente simple entender
que una historia no tiene todas sus letras
hasta que se acaba.
Que no tiene mucha forma
ni se hace comprensible
sino desde acá, fuera
y cada segundo más lejos.

Y sin embargo antes,
dentro,
se nos hace fatalmente obvio
vivir cada episodio
como si nada.
Como si la tinta de nuestras plumas
a diferencia, fuese eterna.

Hasta que, sin más aviso que un adiós,
se nos cierra el libro en las narices.

Entonces...

¡Qué hermosas, Qué perfectas líneas estábamos escribiendo!
¡Que vengan las segundas y terceras partes!
(o que, mañana, solo tome un abrir de ojos
despertar de nuestro trágico final
y continuar con los capítulos dulces)

Entonces, claro, aprendería de mi pesadilla
y dejaría mi condición humana
para entenderlo todo, y, simplemente,
vivir.

De esa manera, al retroceder los relojes,
se desvanecerían
tu expresión escéptica
el ceño fruncido
la mirada dolorosa...
Y tus ojos brillarían de nuevo
al darme los buenos días.

Pero los segundos siguen en lo suyo,
implacables hacia la derecha.
Y aquí estamos, cerrando un libro
de líneas apuradas y páginas rotas,
que en su propio desgarro arrastran
esperanzas, esquemas y corazones.

Al parecer, sólo me queda un lápiz,
y las ganas infinitas de renegar
de mi torpe y humana naturaleza.
Y, sin su carga, dignamente afrontar
el desafiante papel blanco
de mi próxima novela.