jueves, 20 de noviembre de 2008

La Muda


A la vida, simplemente. Sin necesidad de un gran dilema, escribo. A ojos cerrados, sin miedo al fiasco literario. Porque quiero, necesito, anhelo encontrarme en el delicioso espacio que queda entre yo y mis letras. Porque así quieren ser hiladas mis palabras. Así lo disfrutan, más que yo, y su adrenalina se traspasa a la punta de mis dedos tipeantes. ¿Por qué no? esta frase también va.

Este es mi mundo. No necesito siquiera un tema.

Esta soy yo, en el fondo. Una adicta al blabla, al tacataca del teclado. A las rimas, a las frases inesperadas, por pocas que sean, a los clichés de siempre, ¿por qué no?, a las figuras literarias cuyo nombre no recuerdo, ultrajadas por mis seudo poemas una y otra vez.

Adicta a la inspiración, venga de donde venga. A respirar una idea, que de alguna forma encuentre el camino de mis pulmones a una libreta. Esta soy yo, nacida para transmitir.

Y es que en la creación, llegué tarde a la repartición de filtros. Deslenguada, desde que aprendí los secretos de la fonación. Apremiada por la urgencia de compartir cuanto paso diera por este mundo de sorpresas.

Y todo pasa por mí, nada lo guardo, nada me queda. Soy la eterna fuente por la cual pasa la vida y fluye en testimonio. Testigo, testigo. Como si fuera imposible evitar plasmar todo lo vivido, sin importar quien sea la víctima de tal derroche de información. Una foto, un poema, una amiga chismosa como yo.

Me faltará tiempo en esta vida para contar, contar todo lo que quiero porque no sé ustedes, pero a mí esto de vivir me parece el secreto más intenso,


el que más me urge compartir.



Dedicado a mi querido apodo de infancia,

su amiga la muda.