sábado, 17 de noviembre de 2007

de pronto... Una Melodía.

Por mi ventana suelen pasar
partículas propias de una ciudad desteñida.

Una bocina, una brisa discreta que huele a cansancio,

el reclamo del tráfico y el de la vecina.

Una aspiradora, el almuerzo casi listo

y de pronto, una melodía.


Mi ventana me avisa que algo extraño se cuela.

Y
dejo de ser rutina, convirtiendome en oído.

¿Quién eres, Piano?

No eres el vecino molesto

ni
el de hábitos desagradables.
¿Cómo ser tan ajeno

si te cuelas así en mi corazón?


Una tecla seguida de otra

van pintando la ciudad de melancolía.

Ya no somos desteñidos ni cansados

gracias a tu piano, inspirados.

Nos has tomado, por sorpresa,

y nos llevas, sin permiso,

de nuestra vida gris a un rinconcito humano.
No volveremos a extrañar el silencio
mientras la armonía venga de tus manos.


Una melodía conocida...
es como si me conocieras a mí también.
Es como si tocaras para cada uno

de los que en apariencia no te escuchamos.

De los que piden que te calles,

temerosos de verse, y encontrarse

vulnerables ante tu regalo.

No escuches a nadie.

Eres tú, Piano, quien está para ser oído.
No nos dejes de envolver
en la colorida dulzura de tu sonido.

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