Retornando a estos lugaresreviviendo estos momentospareciera que este mismo rayo de solme acarició en aquellos días.Sentándome en el mismo árbolbrotan en mí las palabrasque, queriendo ser retrato,se tornan en melancolía.Curioso, el paso del tiempoque quiso ser inexorabley en este preciso lugar yolo declaro inexistente.Porque aquí, entonces y ahora,soy quien fuí, congelada y escondidapara que en este lugarme vinieran a encontrar.

Por mi ventana suelen pasar
partículas propias de una ciudad desteñida.
Una bocina, una brisa discreta que huele a cansancio,
el reclamo del tráfico y el de la vecina.
Una aspiradora, el almuerzo casi listo
y de pronto, una melodía.
Mi ventana me avisa que algo extraño se cuela.
Y dejo de ser rutina, convirtiendome en oído.
¿Quién eres, Piano?
No eres el vecino molesto
ni el de hábitos desagradables.
¿Cómo ser tan ajeno
si te cuelas así en mi corazón?
Una tecla seguida de otra
van pintando la ciudad de melancolía.
Ya no somos desteñidos ni cansados
gracias a tu piano, inspirados.
Nos has tomado, por sorpresa,
y nos llevas, sin permiso,de nuestra vida gris a un rinconcito humano. No volveremos a extrañar el silencio
mientras la armonía venga de tus manos. Una melodía conocida...es como si me conocieras a mí también.
Es como si tocaras para cada uno
de los que en apariencia no te escuchamos.
De los que piden que te calles,
temerosos de verse, y encontrarsevulnerables ante tu regalo.
No escuches a nadie. Eres tú, Piano, quien está para ser oído.No nos dejes de envolveren la colorida dulzura de tu sonido.