Por mi ventana suelen pasar partículas propias de una ciudad desteñida. Una bocina, una brisa discreta que huele a cansancio, el reclamo del tráfico y el de la vecina. Una aspiradora, el almuerzo casi listo y de pronto, una melodía.
Mi ventana me avisa que algo extraño se cuela. Y dejo de ser rutina, convirtiendome en oído.
¿Quién eres, Piano? No eres el vecino molesto ni el de hábitos desagradables. ¿Cómo ser tan ajeno si te cuelas así en mi corazón?
Una tecla seguida de otra van pintando la ciudad de melancolía. Ya no somos desteñidos ni cansados gracias a tu piano, inspirados. Nos has tomado, por sorpresa, y nos llevas, sin permiso, de nuestra vida grisa un rinconcito humano. No volveremos a extrañar el silencio mientras la armonía venga de tus manos.
Una melodía conocida... es como si me conocieras a mí también. Es como si tocaras para cada uno de los que en apariencia no te escuchamos. De los que piden que te calles, temerosos de verse, y encontrarse vulnerablesante tu regalo.
No escuches a nadie. Eres tú, Piano, quien está para ser oído. No nos dejes de envolver en la colorida dulzura de tu sonido.